Del 07 al 22/04, luego de
descansar unos días en Villa La
Angostura, volvimos al país de nuestros queridos hermanos
trasandinos, país que conocemos de Arica a Punta Arenas, y que más nos gusta
cuanto más lo recorremos...por qué?, quizás por la amabilidad de su gente del
interior…quizás por la cultura vial de sus conductores…quizás por la seguridad
que brindan sus autoridades.
Patricia me hizo notar que en estos
4 primeros meses del año, ya crucé 6 veces la Cordillera de los
Andes, y es porque esta espina dorsal de Sudamérica, lejos de erigirse como un
obstáculo entre vecinos, es un verdadero placer cruzar para acceder al
Pacífico.
En estas dos semanas paramos
durante 2 o 3 días en muchos pueblitos por los que antes habíamos pasado sin
detenernos, y conocimos otros, de leñadores o de pescadores, cuyo particular
encanto ni siquiera sospechábamos. Sus pobladores nos hicieron sentir que viajamos en el tiempo más que que en el espacio, llegando a un lejano pasado en el que la gente te saluda en la calle aun sin conocerte...
Preferentemente por vías
secundarias, muchas de tierra y/o de ripio, enlazamos lagos andinos con playas
oceánicas y agrestes bosques de araucarias, ubicados entre Osorno y Temuco,
cruzando a la ida por el Paso Samoré y a la vuelta por el Paso de Icalma.
Un capítulo aparte merecería la
gratísima charla que tuve oportunidad de entablar con el Sr. Bernard Eggers,
fundador del Auto Museum Moncopulli, quien pese a su teutón apellido,
integra una familia de 6 generaciones nacidas en Osorno, que además de deleitarme con anécdotas
sobre autos (especialmente Studebaker) y sobre fotografía, la otra de nuestras
mutuas pasiones, me permitió acceder a la trastienda del museo, donde muchos
otros autos esperan su turno de restauración.
Como habitualmente suele decirse,
“una imagen vale más que mil palabras”, así que vayamos a verlas. (click en las fotos para ampliar, últimas fotos en "Entradas Antiguas")